Presentación del curso
Somos mucho más que la parte visible, más que la presencia física tangible y
perecedera. Recibimos y transmitimos valores y memorias que nos trascienden, nos
condicionan; pero, al mismo tiempo, nos insertan en un colectivo que nos aporta
protección e identidad: el clan familiar.
El ser humano es esencialmente social. Sin la interacción con sus semejantes estaría incompleto, sería muy distinto. Pero el ser humano es también un organismo
biológico, con unas necesidades prioritarias de supervivencia. El hombre moderno está desconectado de su parte biológica, no escucha ni comprende los avisos que le envía su
inconsciente a través de su cuerpo y de su salud, porque el cuerpo nos habla, nos
advierte.
Nada carece de sentido, todo es causal. Incluso lo que parece anecdótico puede evidenciar las claves ocultas de la historia y la vida de la persona. No vivimos, sentimos y reaccionamos según la realidad de las cosas sino en función de los filtros que empleamos para afrontar e interpretar esa realidad: las creencias que residen en nuestra
parte ignota, el inconsciente inaccesible. Esa parte inconsciente que nos supedita a órdenes, lealtades invisibles y memorias de las que somos portadores.
A la memoria transgeneracional que recibimos del clan familiar se suma después la memoria emocional de nuestra vida uterina y, posteriormente, una tercera memoria
correspondiente a la primera infancia, condicionada por el ambiente familiar en el que
crecemos. Improntas y memorias que, por las circunstancias particulares de cada uno, nos hacen distintos de nuestros seres más próximos.
Todos estamos expuestos a la historia de nuestro clan y a las circunstancias que
nos han moldeado en la primera parte de la vida. Todos, sin excepción, tenemos la capacidad de liberarnos de esas ataduras que limitan nuestra vida y condicionan nuestra salud. Para liberarnos de esas memorias inconscientes que nos frenan y condicionan en la vida es necesario tomar conciencia de todo ello, hacer consciente lo que antes era inconsciente; descubrir y comprender algo que siempre ha formado parte de uno mismo. La persona que toma conciencia de las memorias y creencias que forman parte de su historia se libera para ser lo que verdaderamente es, con su propia identidad, con todos sus recursos y potencialidades a su disposición; al mando de su
vida.
La descodificación biológica de los síntomas permite conocer cómo los traumas
emocionales se expresan en el cuerpo. A través de nuestra biología, conectamos con el mundo de las emociones, con nuestro inconsciente. Prácticamente toda nuestra vida está dirigida por el inconsciente, que se expresa a través de nuestra biología. Por eso es tan importante prestar toda la atención a nuestras reacciones biológicas porque todo lo
que nos afecta será gestionado por el inconsciente para que las necesidades prioritarias
sean atendidas.
La consideración del sentido biológico de los síntomas o enfermedades sienta las
bases de un auténtico cambio de paradigma en el conocimiento y comprensión de lo que fluye desde nuestro interior. El principal problema es que estamos desconectados de nuestra esencia biológica, de nuestro inconsciente; no escuchamos ni comprendemos sus advertencias. El inconsciente nos enlaza con nuestra esencia animal y biológica.
La enfermedad tiene su origen en una experiencia traumática que ha generado
un conflicto emocional. La enfermedad es una información; un aviso de que hemos sufrido impactos emocionales dramáticos que nos han sorprendido y que albergamos conflictos inconscientes no resueltos o no gestionados adecuadamente.
La enfermedad es un programa con pleno sentido biológico que tiene como
finalidad ayudarnos a sobrevivir a través de la adaptación. Si no hay un trauma causal o un impacto emocional que se produzca por sorpresa y sea vivido por la persona en soledad, de forma dramática y sin solución aparente, no se desencadena el síntoma, no
se activa el programa de adaptación. La intensidad del conflicto y la emoción que
genere en la persona determinarán el programa de adaptación biológica que se ponga en marcha, es decir, la enfermedad y, con ello, el órgano o tejido que se verá afectado.
Si somos capaces de cambiar la emoción podremos desactivar el conflicto emocional. Los síntomas pueden ser expresión de conflictos emocionales ocurridos en
la vida de la propia persona; pero también pueden guardar relación con memorias transgeneracionales, por lo que es muy importante realizar un estudio
transgeneracional que desvele las circunstancias vividas en el clan familiar. De este modo, la persona puede comprender el auténtico origen y naturaleza de los programas inconscientes heredados que condicionan y limitan su vida.